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IDENTIDAD

La historia del Stonewall Inn se caracteriza por haber introducido en la sociedad LGTB de todo el mundo un carácter casi de culto, un espacio de referencia en cuanto a la lucha por los derechos y libertades de las personas lesbianas, gais, transexuales y bisexuales.

Pero la figura de Stonewall no es sólo un hito en la historia, sino que determina también un comienzo en el progreso y los avances sociales. Aún después de 50 años, ciudadanos norteamericanos y de todo el planeta -más concretamente la comunidad LGTB- siguen teniendo como referencia los altercados en el 53 de Christopher Street como punto de inflexión para la consecución de las libertades públicas.

Este sentimiento ha sido extendido por todo el mundo por su carácter pacífico, pero a lo largo de los años ha tenido mucha más transcendencia si cabe para la comunidad norteamericana. Primero, en 1969, irrumpiendo con su nacimiento entre las clases sociales de la Gran Manzana. Luego, cada vez con más fuerza, generando un hábito de peregrinación para todos los ciudadanos liberales y modernos de los Estados Unidos. Tanto es así que Barack Obama declaró este lugar como Monumento Nacional en 2016, casi cinco décadas después.

Por todo lo que esto significó, el movimiento de liberación sexual que se produjo a partir de los 70’s ha representado a nuestras generaciones, ayudándolas a poseer la libertad con un sentido de pertenencia. Todos nos sentimos propietarios del movimiento LGTB porque en mayor o menor medida lo hemos visto nacer.


En España, esto subyace con más fuerza a partir del 2005, cuando miles de personas LGTB en nuestro país vieron satisfecha una de sus principales reivindicaciones. Con la modificación del Código Civil de la Ley 13/2005, el matrimonio entre personas del mismo sexo se veía desbloqueado y este hecho marcaba un éxito de una demanda social española. Todos aquellos que desde los años setenta miraban hacia el movimiento de liberación sexual, habían conseguido lo que muy pocos países: un matrimonio igualitario legal con posibilidad incluso de formar una familia.


Desde entonces, la mentalidad del civil medio español ha avanzado a un ritmo vertiginoso. En el décimo aniversario de este hito histórico, el 78% de la población había aceptado el matrimonio igualitario, haciéndolo suyo y sintiéndolo como un logro propio.

Es aquí, en esa coyuntura social, donde la historia del Pasaje Begoña se hace fuerte por tener claras similitudes con le Stonewall Inn neoyorkino.


Como nos pasa con todo, los españoles estamos demasiado mal acostumbrados a que alguien tenga que venir a decirnos: “lo habéis hecho bien”. Darnos cuenta por nuestros propios méritos del potencial que tiene nuestra sociedad siempre fue una tarea pendiente. Nunca fuimos capaces de autorizarnos a nosotros mismos a sentirnos adelantados en cuestiones que tienen que ver con el bienestar de nuestras vidas, pero por algunas cuestiones somos un país referente en cuanto a libertades. Cientos de organismos públicos y movimientos políticos de diversas procedencias encuentran en la comunidad española a una generadora constante de promoción de la vida libre. Algo que no se compra por derechos intelectuales ni se exporta como el modelo turístico, que sale barato implantar, ya que cada día todas las culturas caminan hacia un modelo más diverso, abierto y vanguardista en cuanto a libertades públicas. Las sociedades atrevidas venden y esto es una evidencia.


El corazón del Pasaje Begoña engloba dos caracteres primordiales de estas libertades. Por un lado, la memoria, que busca dar dignidad y reconocer a todas aquellas personas que perseveraron para que hoy podamos disfrutar de cierta autonomía. Y, por otro lado, el espíritu de enfocar a la diversidad como manera de caminar hacia un horizonte más inclusivo y progresista.


El pasado, presente y futuro del Pasaje Begoña es eso: un lugar de referencia que servirá a las generaciones venideras como culto e imprimirá en estas un sentimiento de fidelidad y respeto para que todo ocurra una vez tras otra. Esas generaciones que andan a ciegas, sin conocer todo aquello que pueden ser capaces de dar, que llegaron a nuestro mundo y se encontraron una sociedad libre hecha pueden ser responsables y protagonistas del presente. Todas esas personas que fraguarán nuestro futuro saben que tienen cosas por hacer, que tienen mucho que decir, pero aún no son conscientes de que las estamos esperando.


Es en ellos y en esta esencia donde tenemos que orientar toda nuestra atención. El espíritu Pasaje Begoña está listo para ser mostrado en todos los rincones de nuestra geografía. Incrustar nuestra alma y valores en esos jóvenes de entre 16 y 24 años que están viendo un riesgo cierto de que la sociedad que ellos conocen sea desmantelada en cuestiones de equidad e igualdad, es una realidad. No quieren una regresión, pero tampoco conocen bien la historia porque en España nadie obliga, ni en los hogares ni en las escuelas, a saber, cuál es nuestra procedencia. Por eso estamos aquí. Queremos ser su norte, siendo a su vez meros espectadores de sus luchas.


El espíritu Pasaje Begoña está adorado en Torremolinos, sí; y casi con toda probabilidad, necesitemos encontrar los cauces para enseñarles qué pasó ahí; pero el espíritu Pasaje Begoña está, en estos tiempos, más dentro de ellos que de nosotros. Solo nos queda animarlos para que guíen al futuro de la sociedad LGTB -y por qué no, también al resto- hacia un lugar más tangible.

Javier Barrionuevo Fernández

Asociación Pasaje Begoña