Testimonio 20. José Luis Yagüe. Decano del Colegio de Periodistas de Málaga. Testigo de la Gran Redada
Por José Luis Yagüe Ormad.
El 24 de junio del 2021 se cumplían 50 años de la Gran Redada de Torremolinos que acabó con el esplendor y el halo de libertad y modernidad que se respiraba en el famoso Pasaje Begoña. En esos días, tanto en Sevilla como en Torremolinos se celebraron sendos actos de estado solemnes y de reconciliación con las personas protagonistas del Pasaje Begoña, de su época de esplendor y de su gran redada. Contaron con la presencia de numerosos testigos de la época, también los respectivos alcaldes, Juan Espadas y José Ortíz y de otras personalidades, entre ellas, la del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la del Secretario de Estado de Seguridad y de los representantes internacionales de Stonewall Inn, de Nueva York y de Pulse, de Orlando.
Aquella monumental Redada del Pasaje Begoña que precisó movilizar a todas las fuerzas de Orden Público de Málaga y provincia para detener a más de 300 personas, que fueron hacinadas en la pequeña travesía lateral del Edificio de La Aduana, en cuyos bajos estaba la Comisaria de la Policía Nacional y en los pisos superiores las dependencias del Gobierno Civil y la residencia del gobernador, fue vivida de forma directa por el periodista que suscribe estas líneas, José Luis Yagüe Ormad. Aquel día, actuando como Redactor Jefe al frente de la redacción del Diario “SOL de España” situada en una primera planta de la Alameda Principal de Málaga cuya dirección, redacción, rotativa y talleres de impresión se encontraban por aquel entonces en la calle Valentuñana Alta, en Marbella.
Dos jóvenes e intrépidos becarios que hacían las prácticas de periodismo en aquella Redacción situada encima de Electromésticos Gallardo, en el lateral derecho de la Alameda, subieron corriendo por las escaleras sofocados. “Tenemos la exclusiva del año, exclamaba Luis. Pero la Policía Armada (los grises) nos ha requisado los magnetófonos donde teníamos las entrevistas y los testimonios, que vamos a tratar de reconstruir”, gritaban a José Luis Yagüe, que pronto les animó a escribir todo tras informarse con todo detalle de la situación.
De esta forma fue como el diario “SOL de España” dio un amplio reportaje sobre lo sucedido tras vivirlo en primera persona mientras los otros medios de Málaga se limitaron a una escueta “nota oficial” donde se trataba de justificar la Gran Redada siguiendo las indicaciones del régimen. Pero el escándalo había sido de tal calibre que ya las cancillerías europeas se habían puesto en marcha para reclamar al dictador Franco la libertad inmediata de sus súbditos, ya que además de turistas de diversos países, entre los detenidos había hijos de ministros y personalidades de relieve en Europa. La prensa extranjera se hizo eco dando la relevancia extrema que merecía.
Hoy, 50 años después yo, José Luis Yagüe Ormad que también viví el esplendor de las noches de Torremolinos y el deslumbrante mundo de arte, vanguardia y libertad que se disfrutaba en el Pasaje Begoña, les detallo mi relato de los hechos:
Torremolinos, donde nació el auge turístico de la Costa del Sol
En los años 65-70 Torremolinos era la joya de la corona del turismo español. La plaza Costa del Sol era un hervidero de gentes dispuestas a pasarlo bien. El tablao flamenco El Jaleo ofrecía a diario su llamativo cartel. Sentarse a tomar algo y ver pasar a la gente en el mítico Pedro’s era un privilegio. El flamenco hacía furor. Se hicieron famosas las juergas flamencas en El Mañana y más tarde en Las Cuevas, en la cuesta de Las Mercedes que era una sucursal de Las Brujas de Madrid. Cuando actuó La Contrahecha con el ballet de Las Brujas, aquello fue un acontecimiento que nunca olvidaré.
El ambiente se concentraba en torno a la plaza Costa del Sol. Allí en un sótano estaba la discoteca Le Bilboquet con un ambientazo increíble. Y subiendo un poco la cuesta hacia el Mercado, El Dorado tuvo unos años de gran esplendor.
No hacía mucho que Frank Sinatra había sido detenido por la Policía Armada en el hotel Pez Espada, harto de insultar a Franco. El Pez Espada era el no va más y sus propietarios, el joyero Mato, de Madrid y el constructor vasco Alberola, lo mimaban en todos sus detalles. Al lado, el Remo concitaba a muchas personalidades y el club de playa era una gozada. Y Antonio, que nunca ocultó su condición de homosexual, abría la hilera de monumentos al “pescaito” de La Carihuela, compitiendo con Prudencio, cuyo sobrino Félix Cabeza, era el camarero más simpático y avispado de la plantilla. Tanto que pocos años después, montó el imperio de La Dorada con los mejores restaurantes de pescado de Sevilla, Madrid, Barcelona y hasta París.
En Torremolinos se despertó el auge del turismo en España. Conocí a un juerguista constructor vasco que triunfaba en Londres, Jesús Tamborero, que harto de que la Guardia Civil le cerrase una y otra vez el local nocturno de su pequeña urbanización de bungalows en la desembocadura del rio Guadarranque, lleno de ingleses que volaban hasta Gibraltar, aprovechó que el ministro del Aire, general González Gallarza (uno de los dueños de la Ginebra Larios) empezó a permitir que la cerrada base militar de El Rompedizo donde se posaban 50 bombarderos alemanes Heinkel-111, los famosos “Pedros”, recibiera vuelos comerciales de Gran Bretaña, Bélgica y Francia para empezar a traer a Torremolinos los primeros charter de ingleses, a los que pronto se unieron los vuelos de Sabena, belga, la holandesa KLM y más tarde Transavia que le llenaba el hotel Alay a Miguel Sánchez, su entonces director.
Era el boom del Turismo. Y Torremolinos había cogido la delantera. Hasta el príncipe Alfonso de Hohenlohe a la sazón presidente de la Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol que construyó el Palacio de Congresos de Torremolinos, había montado una sucursal del Marbella Club en el King Club de la Nogalera, con un restaurante de gran lujo y exquisiteces junto a una deliciosa boite que contribuía a dar ambiente a las ya famosas noches de Torremolinos, casi enfrente de la recién inaugurada Tifanys.
Aquel ambientazo de la plaza principal de Torremolinos discurría hacia la playa del Bajondillo por la calle San Miguel, todo tiendas con la última moda, algún souvenir para contentar a los turistas y allí mismo el Asador de Frutos, abierto hasta la madrugada con sus chuletones a la parrilla y las exquisiteces de esa cocina castellana que le ha hecho famoso. Frutos Herrranz Sanz llegó desde Castilla y su primer chiringuito lo tuvo en la gasolinera Los Alamos, justo al lado de donde luego construyó su gran restaurante. Frutos era el gran complemento de la calle San Miguel y sobre todo de su más famoso punto de encuentro: el Pasaje Begoña.
El Pasaje Begoña era algo único en aquella España que quería abrirse al turismo y a las libertades de disfrute y ocio, tal y como pensaba y deseaba Manuel Fraga con su mente abierta a la Europa que se estaba fraguando.
Era el Pasaje Begoña algo único e impensable en aquellos últimos años del franquismo. Un reducto de luces de colores, de la mejor música, de bares de diferente ambiente, de gente diversa y de música, mucha música.
Pia Beck encandilaba con su romántica música de jazz al piano, mientras las parejas de chicas se cogían de la mano, se acariciaban y besaban dando rienda suelta a sus verdaderos sentimientos.
En cada uno de aquellos sitios de música, ambiente y placer había algo diferente. Algunos de aquellos bares, con entreplantas, permitían el goce de la compañía de dos chicos que se gustaban y se complacían. Y también otros donde el heterosexual podía estar con la chica que le apetecía. No había distingos. Todas las personas eran iguales. El pasaje Begoña, con sus bares y pubs, uno tras otro, era el paraíso de la libertad y del disfrute. No hacía falta ser gay o lesbiana para disfrutar de la música, del ambiente, de tomar una copa a gusto, de la compañía grata que no tenía porqué ser obligatoriamente del mismo sexo. Había muchas parejas que iban a tomar una copa al pasaje Begoña, para oír el piano de Pía Beck, conocer a la famosa transformista “La Otxoa” o para deleitarse con la intimidad de las luces de colorines del neón, con la música y con el ambiente.
En el Pasaje Begoña, igual que en el Bilboquet, en El Dorado o en El Jaleo, veías gentes de media Europa. Las suecas venían en bandadas a Torremolinos y venían a disfrutar. De Madrid se hacían escapadas de fin de semana, a veces utilizando “el Golfo”, el avión Caravelle de Aviaco que hacia el vuelo de Madrid a Málaga, de madrugada con escala en Sevilla y que llegaba a punto de coger el ambiente del Pasaje Begoña y de Torremolinos en su mejor momento, antes de las claras del día.
Toda marchaba que era una delicia. Se oían descorchar los “pícolos” de Champan a todas horas. Pasar una noche en Torremolinos y en su Pasaje Begoña era el deseo de la gente joven, con inclinación sexual homosexual o sin ella.
Pero, hete aquí, que un día, la mujer del gobernador civil de Málaga Víctor Arroyo había recibido a unas amigas de Madrid y éstas, querían conocer Torremolinos. Las llevó por las tiendas de La Nogalera y por la calle San Miguel, viendo bañadores y llamativos pareos de diferentes colores. De pronto se metieron en el Pasaje Begoña, atraídas como libélulas en la noche por sus luces de colores. Metieron sus narices en el interior de algunos bares y salieron espantadas de lo que “vieron” allí. No se podía permitir tanta libertad. La señora, ni corta ni perezosa se fue directa al despacho se su marido, Gobernador Civil de la provincia y Jefe Provincial del Movimiento, Victor Arroyo. Cómo le pondría la cabeza que a golpe de“ordeno y mando” movilizó a todas las fuerzas de Orden Público disponibles y como no había suficientes autobuses ni vehículos para transportarlas, movilizó a aquellos camiones grises con toldo, del cercano servicio de Correos con matrícula PMM (Parque Móvil de los Ministerios) que sirvieron para “amontonar” de cualquier manera a los cientos de personas detenidas. Hay alguna versión que opina que ya el gobernador ya tenía en su cabeza intervenir en el Pasaje Begoña, pero fueron los gritos de la exaltada gobernadora, los que provocaron la inmediata decisión de llevar a cabo la Gran Redada del Pasaje Begoña.
Calculo que entre 400 y 500 personas fueron las detenidas en aquella Gran Redada del Pasaje Begoña. Contaban quienes la sufrieron que aquello tenía el más puro sello nazi, propio de la Dictadura que aún perduraba en España. No valieron excusas, ni el “no sabe quién soy yo”. Toda respuesta fue ¡Cállese y arriba al camión!.
Se cerraron los accesos al Pasaje Begoña y por allí no podía escapar nadie. Todos a los camiones. Quienes lo vivieron en primera persona recuerdan los gritos y los lamentos estremecedores. Y los grises acallándolos con sus porras. Sin distinción, fuesen homosexuales, transexuales o simpatizantes o simples clientes, camareros o trabajadores del Pasaje Begoña.
Llevaron a todos los detenidos al centro de Málaga. Cerraron el pasaje donde estaba la Comisaría cruzando unos camiones y con un doble cordón policial, para que no escapara ni uno. Mientras, se intentaba fichar a los detenidos uno a uno. Y a más de uno proponiéndolo para aplicarle la ley de Vagos y Maleantes y la ley de Rehabilitación y Peligrosidad Social que, sobre todas las cosas, se cebaba en aquellos homosexuales que se manifestaban abiertamente como eran. Triste y lamentable.
Con aquella acción del gobernador Víctor Arroyo, España se echó un manchón de tinta negra en sus comienzos como potencia turística y la repercusión internacional fue impresionante.
Hoy, 50 años después, el colectivo LGTB quiere recordar al Pasaje Begoña como el primer canto a la libertad sexual que se escuchó en España y también como la tremenda forma de represión con que se intentó ahogarlo. Y se vincula con la triste historia de Stonewall Inn, el bar gay del Greenwich Village de Nueva York objeto de la redada policial que tuvo lugar en la madrugada del 28 de junio de 1969, dando origen a los disturbios que en ese mismo año propiciaron el auge del movimiento en favor de los derechos LGTB en los Estados Unidos, luego refrendados por Barak Obama.
El conjunto de personas voluntarias de la Asociación Pasaje Begoña, con Jorge M. Pérez García, su presidente y cara más visible de la misma, han obtenido éxitos en su lucha por recuperar el buen nombre del Pasaje y lo que supuso como embrión del movimiento LGTBI en nuestro país consiguiendo reconocimientos importantes a nivel andaluz, nacional e internacional.
Y es que, el recuerdo y el reconocimiento a todas aquellas personas que supieron visibilizarse, cientos que ellas que fueron apaleadas por su condición sexual en aquel horrible monumento al fascismo más intransigente que fue la Gran Redada, no debe olvidarse, como la página más negra en la historia del turismo en la Costa del Sol.