Juan Ramón Barbancho.
A finales de los cincuenta España estaba saliendo de la autarquía pero contaba con pocos recursos naturales para hacer frente a un nuevo modelo de economía y vio en el turismo la mejor forma de llegada de divisas. El turismo, aprovechando el buen clima de la costa y el exotismo de sus pueblos, fue la solución, y además aportaban una imagen de apertura (de libertad condicionada) que a la Dictadura le interesaba.
Torremolinos pareció convertirse en una especie de oasis donde todo podía estar permitido. El pequeño pueblo será la meca de aquellos años, donde se abrió el primer bar gay de España, el Tony’s bar en 1962, con un público fundamentalmente británico, y el de lesbianas, el Porquoi pas?, en 1968, regentado por Frau Marion. Desde ahí se iniciaron los que conformaron una especie de ruta como el Incógnito, el Fauno y el Düsseldorf.
El pueblo y sus fiestas fueron tan importantes que acabaron inmortalizados en libros como el de James A. Michener The Drifters (1968) o Torremolinos Gran Hotel (1971) de Ángel Palomino.
Pero esto no quitaba para que hubiera redadas y detenciones, aunque nunca de extranjeros, a los que como mucho se les advertía. Se detenía a los jóvenes, y menos jóvenes, que iban a divertirse al calor de lo nuevo, o que merodeaban por allí en busca de trabajos. Esto comenzó a principios de los sesenta, hasta que fue brutalmente finiquitado el 24 de junio de 1971, en lo que se conoció con “la gran redada”, en el pasaje Begoña. Víctor Arroyo, Gobernador Civil de Málaga, decidió ponerle fin y la policía detuvo a ciento treinta y nueve personas y deportó a los extranjeros. Tal fue el impacto de la noticia que incluso se publicó en el Sunday Times del 29 de junio: Tourists held in nightclub raids in Spain y en la portada del semanario alemán Der Spiegel.
Se cerraron los bares Evans y Noe y la sala de fiestas Caramela. “La decisión del Gobierno Civil está motivada en las reiteradas infracciones a la normativa en vigor referente a la moralidad pública y buenas costumbres”, publicó el diario Sur en la página 2 de su edición del 25 de junio de 1971.
Ya en 1964 el Fiscal de Málaga explicaba que “en las zonas de turismo, tan influenciadas por las costumbres extranjeras, se va perdiendo la conciencia de la moral de tan buen arraigo en las costumbres españolas; hoy las gentes no se escandalizan por nada, manifestando una peligrosa indiferencia ante la presencia de homosexuales y prostitutas, que no se recatan de hacer públicos alardes de su repugnante personalidad”.
Ahora, desde la perspectiva de la Memoria Histórica, y afianzándose en el concepto de posmemoria, la Asociación Pasaje Begoña, está llevando a cabo un trabajo inestimable de recuperación no sólo del espacio sino de lo que fue y lo que ocurrió aquel nefasto día.
La memoria es una necesidad incuestionable como una estrategia de dignidad para cimentar y dar sentido al presente y a las personas y que se manifiesta en prácticas conmemorativas, en memoriales, como este de Begoña, que se configura como una especie de contramonumento, donde el interés es, por una parte inmortalizar lo que fue, como una isla de libertad, y recordar acontecimientos traumáticos que pusieron fin a una etapa.
El trabajo que realiza la asociación es toda una revisión y reconfiguración crítica de aquella historia, que se asienta, como decimos en la idea de la posmemoria.
El término posmemoria fue creado por Marianne Hirsch en su ensayo La generación de la Posmemoria. Escritura y cultura visual después del Holocausto (2015). Con él se refiere a las memorias heredadas por los descendientes de quienes sufrieron el Holocausto, llamados también “generación bisagra”. Aunque se refiere al caso de los exterminados por el nazismo, es un concepto que se puede expande a los represaliados en otros lugares, por otras dictaduras.
Dentro del vasto campo de la posmemoria de los represaliados hay un tipo de silencio ruidoso que forma parte de un trauma familiar silenciado, silenciado por vergüenza y del que sólo sabemos en muchos casos por rumores e intuiciones o por el testimonio de los supervivientes, es el de las personas de la comunidad LGBT, de manera especial hombres homosexuales y mujeres trans, condenadas, también después del fin del conflicto al silencio y la exclusión. En este caso la recuperación de esa memoria tiene un aspecto particular y es que en su gran mayoría no tienen familias que exijan su dignidad. En muchos casos las familias los repudiaron e incluso algunas los denunciaron.
Para este asunto es muy útil la idea de Hirsch de una “posmemoria afiliativa”. Como decimos en la mayoría de los casos no hay familias, luego no se puede dar esa segunda o tercera generación. Lo que establece la autora es que sí se puede dar en los que no son familiares consanguíneos de los afectados pero que se involucran en el trabajo de recuperación un pasado traumático y se sienten con la responsabilidad de hacerlo porque pertenecen a esa misma comunidad.
Se crea un tipo de vínculo familiar desplazado hacia otros espacios y habilita actos de transmisión, búsqueda y de reparación de aquellos y aquellas que de otra forma no lo tendrían. Por otra parte, la investigación sobre lo sucedido refuerza los vínculos comunitarios y reconoce el valor de quienes nos antecedieron en la lucha por la igualdad y la libertad. Es un ejercicio de agradecimiento también.
En esta “posmemoria afiliativa” se inserta el trabajo de la Asociación Pasaje Begoña, desde la idea de una nueva historia compuesta por memorias personales, recuerdos de los que aún viven y que fueron protagonistas forzosos (forzados) de lo que ocurrió, memorias locales, de los marginados, pero también memorias de lo que fue, de lo que se vivió, de aquellos tiempos de libertad, por más que fuera una “libertad vigilada”.
Una posmemoria que se relaciona con el pasado, no podría ser de otra manera, pero que quiere construir un futuro, un futuro posible. Recordar a quienes hicieron de Torremolinos un oasis de libertad, pero también a quienes lo destruyeron. Esto último también es importante, hay que buscar la reconciliación, cierto, hay que buscar el perdón, pero no puede haber perdón sin arrepentimiento y eso aún no ha ocurrido.
Recordando a Miguel Ángel Hernández-Navarro la memoria, en tanto que individual, colectiva, social o cultural, es una forma de contacto entre diferentes tiempos y personas, donde se encuentra el trauma, el recuerdo, el olvido, la perdida, la nostalgia… hecho ocurridos en el pasado pero que afectan al presente y que son recuperados y trasmitidos por hechos y asociaciones memorialistas como esta de Begoña.
Por lo tanto, el trabajo de esta asociación en un ejercicio de recuperación de esa memoria y de la dignidad de aquellos que sufrieron los hechos traumáticos del 24 de junio de 1971, un compromiso no de los que allí estuvieron sino, de alguna manera, de sus descendientes morales, por eso, recordando a Hirsch, es posmemoria afiliativa.